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viernes, 30 de noviembre de 2007

De Pastillas, Críticas y Discuciones Bizantinas





Comienzo confesando, como buen hereje, que no he leído a Monserrat Álvares. Con esto no quiero decir que no me haya cruzado con uno y otro poema por aquí y por allá, pero no he leído alguno de sus libros completos, como por ejemplo "Zona Dark" que según me cuentan, es un clásico moderno de la poesía peruana.
Resulta que el crítico favorito de todos Gustavo Faverón, le dedicó un post a Álvares, en donde la tilda entre otras cosas, de "posera", debido a esta entrevista en el Dominical de El Comercio. Si bien considero que el asunto es exagerado y no da para más, y según cuentan las malas lenguas (anónimas), sería no otra cosa que un ajuste por amores no correspondidos. Cualquiera que sea la razón de tremendo descalabro, comparar a Monserrat con Felipe Pinglo y Billy Idol es, francamente, escalofriante. Si dice leer tanto, ¿Por qué no sacar mejores comparaciones? Para esto, Fantomas, salió con un muy buen comentario sobre el asunto, que derivó una de las discusiones más absurdas (y eso que he visto muchísimas) jamás escrita en los comentarios de un blog, entre LuchinG y unos cuentos comentaristas sin rostros, con lo cual me quedo con este comentario:

Por mi parte, francamente, no es mi pelea. La existencia de wanabees despechados y revientacuetes exaltados, creo, debe ser la norma en la especie. No hay mucha gente a quién liberar.


Bueno, volviendo al tema, Jorge Frisancho se mandó con una respuesta contundente a Faverón en el GCC (el último sitio en donde la esperaba) donde no sólo reivindica la propuesta de Álvares, sino le deja su chiquita a Favi:

En todo caso, la insistencia de Álvarez en ese reclamo de autenticidad me parece digna de ser bienvenida, y su visceral rechazo por parte de Faverón me parece sintomático, además de lamentable.


Más allá de esta bronca no digna de pasar de lo anecdótico, salto algo a mis ojos. Como comentario en el GCC, alguien llamada Susana (¿Frisancho?) colocó algo que hizo que mi mente se pusiera a pensar:

Ni la conozco... Pero no han pensado que pueda tener un trastorno de la personalidad? Suena a patología de libro.


Lo que me hizo saltar inmediatamente a una de las respuesta de Monserrat itself en la dichosa entrevista (Y pensar que me conseguí el Dominical por otra cosa):

¿Qué cambió en Paraguay?
-Entré en una etapa autista, que duró cierto tiempo, favorecida por los neurolépticos, que dejé recientemente. Porque con los neurolépticos una funciona relativamente de manera normal en la sociedad, pero la poesía, en mi caso, requiere salir del estado ordinario de conciencia llamado normalidad y entrar en un estado muy alterado. Los neurolépticos te curan de los desórdenes mentales pero de yapa te curan también de la poesía.


En eso estoy de acuerdo, porque los estados creativos depende muchas veces de la disociación que uno hace con "normalidad", lo se por experiencia propia. Esto me saltó de nuevo a Fantomas, cuando muy bravamente habló claro sobre las pastillas psiquiatricas, en donde alguien, otra vez, lanzo otro buen comentario:


Anonymous said...

Los estándares por los cuales una persona debe medicarse son claros y fáciles de determinar cuando se está en manos de un psiquiatra-terapeuta bein entrenado. No es un "depende ...". Muchos jóvenes dedicados a la poesía y a la literatura en genral piensan que las conductas excéntricas o delirantes que no pueden controlar tienen algo que ver con el genio o el talento; ignoran que los episodios de neurosis e incluso psicosis post adolescente son muy frecuentes. El mal llamado "fuego de la poesía" puede desaparecer tras una acertada medicación; no obstante, dado que la literatura no se corresponde con una experiencia vital delirante sino con la escritura, esta no solo se puede mantener sino mejorar muchísimo con terapia, pues desaparecerían muchas de las conductas manicas que hacen del acto de sentarse a escribir una tortura.


Bueno, todo eso tiene un nombre muy singular: Se llama el "Efecto Sylvia Plath". Resulta que luego de varios estudios se ha detectado una cierta tendencia de los creadores a sufrir estados alterados y exabruptos psiquiátricos. Si bien es una teoría relativamente nueva (data del 2001), tiene mucho sentido, ya que para escribir hay que tener cierta disconformidad, ya sea contra el lenguaje, el gobierno, el sistema, el amor, la familia, las relaciones interpersonales, uno mismo y/o un largo etcétera. Lo que no me cuadra absolutamente nada es ese argumento en donde un autor es desequilibrado, pueda orquestar tremenda imagen alrededor suyo, con una precisión de reloj suizo. Es más, se preve un estado errático, anormal en términos sociales y muchas veces contradictorio. Esto contrapuesto a la idea de que la crítica literaria debe ser fría y argumentativa, lejos de estar dominada por las pasiones y los altos (y bajos) instintos. Entonces si un crítico hace una lectura desgarradora de un autor por actuar como "posera", entonces estamos todos locos, no hagamos nunca más nada. Simplemente no le encuentro sentido alguno. Al menos que como dicen, haya pues algo personal.
Yo, sinceramente, pienso que todos estamos algo locos, al menos para escribir sobre todo esto.