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sábado, 8 de marzo de 2008

La Guerra es la Paz (versión Bolivariana)


Estos tres superestados, en una combinación o en otra, están en guerra permanente y llevan así veinticinco años. Sin embargo, ya no es la guerra aquella lucha desesperada y aniquiladora que era en las primeras décadas del siglo XX. Es una lucha por objetivos limitados entre combatientes incapaces de destruirse unos a otros, sin una causa material para luchar y que no se hallan divididos por diferencias ideológicas claras. Esto no quiere decir que la conducta en la guerra ni la actitud hacia ella sean menos sangrientas ni más caballerosas. Por el contrario, el histerismo bélico es continuo y universal, y las violaciones, los saqueos, la matanza de niños, la esclavización de poblaciones enteras y represalias contra los prisioneros hasta el punto de quemarlos y enterrarlos vivos, se consideran normales, y cuando esto no lo comete el enemigo sino el bando propio, se estima meritorio. (...)
(...) Por tanto, la guerra de ahora, comparada con las antiguas, es una impostura. Se podría comparar esto a las luchas entre ciertos rumiantes cuyos cuernos están colocados de tal manera que no pueden herirse. Pero aunque es una impostura, no deja de tener sentido. Sirve para consumir el sobrante de bienes y ayuda a conservarla atmósfera mental imprescindible para una sociedad jerarquizada. Como se ve, la guerra es ya sólo un asunto de política interna. En el pasado, los grupos dirigentes de todos los países, aunque reconocieran sus propios intereses e incluso los de sus enemigos y gritaran en lo posible la destructividad de la guerra, en definitiva luchaban unos contra otros y el vencedor aplastaba al vencido. En nuestros días río luchan unos contra otros, sino cada grupo dirigente contra sus propios súbditos, y el objeto de la guerra no es conquistar territorio ni defenderlo, sino mantener intacta la estructura de la sociedad. Por lo tanto, la palabra guerra se ha hecho equívoca. Quizá sería acertado decir que la guerra, al hacerse continua, ha dejado de existir. La presión que ejercía sobre los seres humanos entre la Edad neolítica y principios del siglo XX ha desaparecido, siendo sustituida por algo completamente distinto. El efecto sería muy parecido si los tres superestados, en vez de pelear cada uno con los otros, llegaran al acuerdo -respetándolo- de vivir en paz perpetua sin traspasar cada uno las fronteras del otro. En ese caso, cada uno de ellos seguiría siendo un mundo cerrado libre de la angustiosa influenció del peligro externo. Una paz que fuera de verdad permanente sería lo mismo que una guerra permanente. Éste es el sentido verdadero (aunque la mayoría de los miembros del Partido lo entienden sólo de un modo superficial) de la consigna del Partido: la guerra es la paz.


George Orwell, 1984

Sabía que había visto esto alguna vez. El abrazo comechado, el show para la telepantalla, el bluff del año. Al final, todos salen ganando, todo el mundo olvidó que pasaba la semana pasada. Total, todo quedó sacramentado con un apretón de manos y los flashes de las cámaras.
No hay nada mejor que una guerra externa para ocultar la debilidad interna: Mal manejo de recursos, juicios políticos y descontento general. No hay mejor forma de desvíar la atención interna promoviendo una distracción externa. Siento mucho la larga cita, pero esta tiene su gran sentido: Armar un escándalo para tener un baño de popularidad y ganarse unas buenas semanas de tramquilidad. Sino, preguntar a Bucarán y a Fujimori, circa 1996.
Sin más, sólo tengo que decir que Orwell suele tener razón, porque el poder lo único que quiere, es quedarse ahí siempre.

martes, 9 de octubre de 2007

El Hincha Pelotas IV: Jugando a la política.

(Foto RPP)

Cuando Jerjes, emperador de Persia, preguntó indignado por qué sólo un puñado de griegos defendió el paso de Termópilas en una de las mejores batallas de la historia (THIS IS SPARTA!) una versión sostiene que los griegos estaban compitiendo en las Olimpiadas. Jerjes, indignado, sólo atinó a decir: “Increíble, un grupo de personas que compiten por honor, no por dinero”.

En estos tiempos de contratos millonarios, millardos invertidos en publicidad, exclusividad y resultados, la frase está definitivamente fuera de lugar. Así como tenemos a un Pizarro que en su club cumple las expectativas de su contrato, pero le es imposible poner algo de corazón cuando se pone la blaquiroja, lo dicho anteriormente cobra vida.

Desde que los deportes modernos hicieron su aparición, fueron siempre algo más que un simple espectáculo. Así como el fútbol fue exportado por los británicos y adaptado por casi todo el resto del mundo, como el Rugby se volvió emblema de la comunidad anglosajona y el béisbol se volvió el “pasatiempo americano” la relación son la sociedad siempre fue compleja y dinámica.

La política tampoco está exenta de los deportes. Es posible que la FIFA como institución sea más poderosa que muchos países que la integran. Mussolini trató a los ganadores del mundial de 1934 como héroes de guerra, y Hitler quiso utilizar la Olimpiada de 1936 en Munich como un ejemplo de su teoría de la superioridad de la raza aria. Bueno, vino la selección peruana de fútbol (tal vez el mejor equipo que hemos tenido) y Jesse Owens, demostrando que la teoría era cualquier cosa menos correcta.

Aquí en el Perú el fútbol siempre fue objeto de deseo de los gobernantes, cual sea su apellido, para subir el termómetro de la temible y volátil opinión pública. Así como un buen apoyo a una selección que obtiene buenos resultados es garantía de unos buenos puntos en las encuestas, esta arma de doble filo puede –misma varita de Lord Voldemor- atacar a su dueño. ¿Qué hubiera pasado en el plano político si hubiéramos ido al Mundial el 98?

En estos momentos debería estar soltando rabia sobre a quién culpar sobre el estado del fútbol peruano, sobre porqué no puedo sacar a un equipo peruano campeón de la Libertadores en Football Manager sin hacer trampa, y cómo no hacer bilis sobre el mal manejo de los clubes peruanos. Pero no, esto es demasiado fácil, ya que acá todos tenemos algo de culpa: Los dirigentes nacionales subyugados a su remesa de la FIFA, a los dirigentes de clubes que no saben que hacer cuando un jugador talentoso sale de las canteras, a los jugadores veteranos sin profesionalismo, a las barras ultraviolentas, a la falta de infraestructura, al oportunismo dirigencial sobre proyectos bien pensados (Ver, Oré, J.J) el fútbol amateur de barrio que no tiene nivel, al sistema de ascensos, a los hinchas que aceptamos cualquier cosa y como no a la prensa que se divide en los ayayeros de siempre que venden su alma en un plato de lentejas y un par de exclusivas o a los tan vicerales que no proponen absolutamente nada. Esto sin mencionar a las vedettes, los homofóbicos y los vendedores de droga.

Pero culpar a mucha gente no es la voz después de todo, prefiero enfocarme en algo más puntual que ha sucedido en estos días. La reelección de Manuel Burga como cabeza de la Federación Peruana de Fútbol, secundado por Juvenal Silva y el militar Vásquez Giacarini –llamado genialmente por Phillip Butters como “Burguismo-Juvenalismo-Pensamiento Giacarini (Una versión deportiva del Marxismo-Maoísmo-Pensamiento Gonzalo o en su defecto el morsismo-godoyismo-Pensamiento Sifuentes) además de ser la elección menos popular en la historia peruana (aquí le ganan a Odría y a Fujimori) conllevó a ciertas reacciones que han hecho que levante la ceja una vez más.

Ese oportunista oligárquico llamado Arturo Woodman, que ahora funge de jefe del Instituto Peruano del Deporte, logró que Burga sea castigado con 5 años de inhabilitación por no adaptar los estatutos de la FPF a la ley del deporte. Pero como Burga se zurra en lo que diga la ley, y tiene todo el apoyo desde Zurich, igual logra que sea elegido por algunos clubes asustados con la baja y un grupo de caudillos regionales que no se de verdad a quién representan. Los clubes quedaron muy mal parados, sin peso ni representación, y con el rabo entre las piernas. Pero en un fútbol como el nuestro, paupérrimo económicamente, más allá de las propinas que da la FIFA no hay mucho dinero en juego. No hay grandes apuestas, que llevó a un referí de la NBA a ser suspendido, ni grandes compras de árbitros, que llevaron a varios clubes de la Serie A italiana a la baja. Entonces si es por poder, no se dan cuenta que esto le hace más daño al fútbol que solucionarlo. En un país con grandes niveles de pobreza, desnutrición, desempleo y subempleo, el deporte es y será una vía para mejorar la vida de las personas. Tanta pelea – que ahora incluye personajes de la talla de Mauricio Mulder- y amenazas de no jugar la eliminatoria, boicots a los estadios, canchas vacías y derechos televisivos, lo único que hace es volver este problema, un huracán.

Lo que yo propongo es simple, pero nada fácil de aplicar. Renuncien todos, váyanse a su casa, y haga un plan que vaya desde abajo, desde los semilleros, que incluya por ejemplo, la Educación Física obligatoria en los colegios (Gracias Fujimori por esta) mejorar las ligas departamentales, crear un mejor sistema de ligas y de promociones y finalmente tener una primera división profesional y competitiva, cuyos equipos no se llene de paquetes extranjeros ni sean eliminados en las primeras rondas de las competencias internacionales. Y estoy hablando simplemente de fútbol, porque la verdad hay otros deportes en donde fuimos potencia alguna vez (Básquet y Voleibol, por ejemplo) que deberían tener un curso similar. Pero se que pido una utopía, porque acá los niños andan desnutridos y los dirigentes andan incrustados. ¿Cómo alguien me explica como un club deja ir a un delantero que hizo más de 50 goles en su categoría, para traer a uno que no lo conoce nadie? No por nada estamos como están. Como dice un extraordinario jugador, tal vez el mejor del mundo (depende de los ojos que lo miren): La Pelota no se mancha.

Y así quieren ir a Sudáfrica. Mejor esperemos a los jotitas en el 2014.