domingo, 10 de febrero de 2008

Amores Perros (Nos van a Matar)


La semana terminó y lo que queda después de tanto polvo levantado son emotivas señales de amores bien perros; rabiosos, agresivos y nada razonables.
Todo comienza con un hecho archiconocido: Luz Loayza, inevitablemente famosa por ser la persona que acusó a Fernando Zevallos del delito de narcotráfico, se negó a regresar a Maynas por miedo que la maten. Como dice El Morsa, Loayza no quiere ser mártir y se niega a ir a poner su vida en peligro. Yo de estar en su lugar, sinceramente, sería incapaz de controlar mis esfínteres (En público y privado). Pero en un juego que incluyó al Congreso, la Junta de Fiscales y la irreverente Fiscal de la Nación, Adelaida Bolivar, decidieron de manera extraña mandarla de nuevo a Loreto a toda costa. Aún más extraño luego que Caretas mostrara los informes de inteligencia que confirmaban los gritos de la fiscal. Si bien lo de Bolivar ya es de película de gánsters, la nube oscura que rodea la política con el narcotráfico es sinceramente escalofriante. Como dice Godoy (again), hay demasiadas conexiones entre gente relacionada del la fiscal y el gobierno, con la gente del clan Zevallos y el clan Sánchez-Paredes.
Ya si esto no me sorprende es que en un país donde nuestro producto de bandera no es el cebiche o el pisco, sino la cocaína, el narcotráfico está metido en todos lados: ¿Si no cómo Vaticano le pagaba cupos a Montesinos y el hermano de Vaticano postuló por el APRA?
Pero la nota pintorezca la pudo Raúl Wiener, periodista de La Primera, que acusó al Comercio de querer bajársela a la fiscal Bolivar usando a Loayza para ese fin. La discusión se tornó agria, en especial cuando hay ciertos complejos de por medio. Pero no hay que olvidar que ese diario viene investigando a Zevallos desde hace más de 10 años, y han sacado bastante información sobre los lavados, las operaciones y los vínculos del Lunarejo.

Pregunta: ¿Quién es el mayor cuco, El Comercio o el narcotráfico?

Ahí creo que Wiener (con todo el respeto que le tengo) se equivocó. Y eso no lo digo yo, sino alguien de la talla de Carlos Monsivaís, escritor y periodista mexicano que viene investigando al narcotráfico en México desde hace ya varias décadas. No sólo afirma que el narcotráfico es la versión por excelencia del capitalismo más salvaje, en donde se cumple a cabalidad el dicho "o la plata o el plomo" y donde todo tiene un precio, nada es propiedad pública y la vida humana es tan sólo un pedazo más de la maquinaria de una empresa que no paga impuestos, que no da CTS y mucho menos le garantiza seguridad a sus empleados (y mientras más bajos e involuntarios sean, como los cocaleros, peor les va). Y no sólo las personas relacionadas directamente con el tráfico, sino todos aquellos que lo persigue y lo investigan: En Colombia, la Fundación para la Libertad de Prensa encontró que: “Sólo en el año 2000, agrega el Informe, cayeron muertos doce periodistas, salieron al exilio trece, fueron secuestrados quince y recibieron amenazas de muerte once”. Esto es sólo la prensa, ¿Qué pasaría con los jueces y fiscales que son los encargados de enviarlos a prisión?
Por eso les recomiendo leer completo este texto de Mosivais, que es muy ilustrativo sobre lo que es investigar al narcotráfico y sus tentáculos. Ahí no hay amor: Cualquier cosa que ponga en riesgo el negocio es una amenaza. No es un juego cuando la cabeza de uno tiene un precio (y en dólares).
Hay que ser valiente para conbatir el narcotráfico, y más aún cuando el único amor lo reciben a ladridos.

ACTUALIZACIÓN (Lunes 11, 11.45 am):

Según cuenta ese famoso Útero, Rospi y el Chato están jugando a los carnavales, haciendo un ejercicio de lanzarse globitos de agua. Que la DEA, que el Comercio, bla bla bla. ¿Quién se anima a mandarlos a la selva?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que una de las victimas de esta guerra verbal y escrita es de la Selva su prestigio. La prensa está dando una imagen muy negativa del Oriente peruano, la está describiendo como una región dominada por los capos del narcotráfico, donde la policía no puede garantizar ni la seguridad ni la vida de sus autoridades. Y en todo caso, ¿por qué la fiscal Loayza cree que en Lima está más segura que en la Selva? ¿Acaso no hemos visto cómo actúan los sicarios del narcotráfico aquí en la capital?
Todo esto es bastante confuso y aburrido. Al menos la bronca Hildebrandt-Rospulgoso le ha dado un toque de entretenimiento.