miércoles, 31 de octubre de 2007

Walter Benjamin


Me es difícil comenzar este post debido a la sensación abrumadora que produce leer a tremendo filósofo. Sé que no estoy al nivel de otras personas y que a mis cortos 24 años de edad todavía no he leído todo lo que quiero y sé que leeré en algún momento de mi vida; pero francamente me es grato haber (re)encontrado con una figura de gran peso como en vida fue Walter Benjamin.

Nacido en Berlín, este pensador judío-alemán es, a mi juicio, con el perdón de los conocedores, el mejor filósofo del Siglo XX. Con el respeto que le tengo a Chomsky, Adorno, Foucault, Jürgen Habermas y Hannah Arendt, Benjamin esta un paso más arriba de todos. Amén de los logros de los demás, los elementos del pensamiento del alemán son simplemente fuera de serie. Por un lado, usó influencias de su amigo Bertolt Brecht (Padre del famosísimo Berliner Ensemble) para explorar una visión heterodoxa del materialismo marxista, que perseguía el significado del desarrollo industrial en la vida diaria; de un amigo judío, nada cercano a los círculos izquierdistas como Gerschom Scholem, tomó otro elemento completamente opuesto: el Misticismo Judío que aludía la existencia de un plan divino completamente establecido, ilustrado en la venida inminente del Mesías. Y de su copiosa correspondencia con Theodor Adorno tuvo contacto con la crítica dialéctica, que sirvió como sustento cultural para la unión definitiva de las dos ideas anteriores, que a su vez forman un triángulo que es la base de sus deliberaciones filosóficas.
La obra de Benjamin es diversa, nutrida y copiosa. Incluso su labor como traductor es notable. Un enamorado de la cultura francesa del siglo XIX tradujo del francés al alemán Les Fleurs du mal de Charles Baudelaire y À la recherche du temps perdu de Marcel Proust. Su ensayo La Tarea del Traductor es la base de la traducción moderna; en ella postula que el traductor no es un copiador de palabras, un trasladador; más bien es un interpretador del significado del texto y su posterior adaptación al idioma traducido. Pero también asegura una verdad irrefutable: No hay mejor traducción que la que no se hace. Esta idea se hace evidente en su texto fundamental, publicado en 1936. Das Kunstwerk in Zeitalter Seiner Technischen Reproduzierbarkien o más conocido como La obra de arte en la era de la reproducción plástica. Aquí se muestra a Benjamin en todo su esplendor: primero defiende el purismo artístico, a la obra de arte como ente expresivo en sí mismo, pero a la vez reconoce el valor de la industrialización en su masificación. Por un lado defiende al arte como elemento natural, pero al a vez reconoce que cosas como el Cine o la Fotografía no son posible sin su reproducción masiva mediante la mecanización. Aquí toda su forma filosófica está en yuxtaposición: Por un lado el misticismo en forma de aura artística, su materialismo en forma de reproducción plástica y su dialéctica en forma del contexto cultural que alberga el análisis. La influencia del texto es abrumadora: no sólo acaba con posturas sesgadas y cerradas como solía tener Flaubert medio siglo antes debido a la censura que sufrió Madame Bováry, lo que hizo que las ventas se incrementaran geométricamente, sino que forma otras posteriores como Duchamp, que argumenta que un inodoro es arte porque él lo dice y como Andy Warhol y su Factory, un guiño a la producción mecanizada de obra artística masificada pero a su vez original.
Como dije anteriormente, la obra de Benjamin es extensa, y no sólo se enfocó en la crítica al arte y la literatura. En este último aspecto, son muy conocidos sus análisis de Goethe usando elementos contemporáneos y su genial ensayo sobre el simbolismo de Baudelaire, que usando elementos materialistas fue la norma para entender al francés por casí 50 años.
Él tenía un concepto claro de la filosofía: A diferencia de pensadores anteriores como Kant o Nietzsche, la filosofía no puede abarcarlo todo a la vez, sino tiene que enfocarse en una sola cosa, pero utilizando elementos diversos en su entendimiento y elaboración. Así fue que luego pensadoras como Arendt y Susan Sontag enfocaron sus textos en temas específicos, en especial la última, gran admiradora y estudiosa del alemán.
Benjamín trató el tema de la violencia con suma cautela: Él siendo ya victima de la persecución del Nazismo que lo obliga a salir de Alemania en los 30 hacía su amada París, complementa su libro Zur Kritik der Gewlt o Crítica a la Violencia, elaborado en respuesta al resentimiento de un sector de la República de Weimar por la derrota en la Gran Guerra, con otros pequeños ensayos sobre la memoria y su gran temor a que la mística y el recuerdo a los muertos sea sobrepasado por el avance científico e industrial.
Pero Benjamin no vería en vida publicado lo más radical de su obra, que son densos ensayos sobre la historia y la cultura. Über den Begriff der Geschichte, traducido literalmente como “En el concepto de la Historia” pero publicado recién en 1958 (a pesar de ser terminado en 1939) bajo el título de Tesis sobre la filosofía de la Historia, son pequeños pero intensos pensamientos sobre la historia de la concepción humana de las ideas. No sólo analiza el nacimiento de ideologías como el fascismo y el Stalinismo, que le gangrenaron ya muchos enemigos, sino también hace un bello análisis del concepto de cultura como elemento renovador del ser humano. Este último fue su gran proyecto de vida: conocido como Passagenwerk o el Proyecto de las Arcas, intenta desde su particular punto de vista explicar el cambio estructural que sufrió su admirada París en el siglo XIX durante el Segundo Imperio de Napoleón III (las arcas fueron grandes ventanales de acero y vidrio instalado en los edificios de la ciudad por el emperador). Ahí enfoca su análisis en los procesos complementarios que no sólo sufre la ciudad en su modernización, sino también su población al mismo tiempo. Ahí resaltan tres elementos básicos: la ciudad o la representación del ente político, el entorno o la representación del cambio en el individuo y la multitud o la creación de espacios públicos. Si bien este texto tuvo problemas en su edición y no vio la luz hasta 1980, fue Jürgen Habermas quién rescató la última idea en el nacimiento del concepto de esfera pública.
Después de haberme empapado del autor, creo que puedo hacer una comparación arriesgada. Su heterodoxa forma de explicar sus argumentos, muchas veces caótica, son en mi honrada opinión una versión filosófica de lo que fue un fenómeno paralelo en la literatura: el monólogo interior, estilo literario que alcanzó su techo con el último capítulo de Ulises de James Joyce, el ya básico soliloquio de Molly Bloom. Ambos son descarga tras descarga de pensamientos muchas veces inconexos, pero de un valor altísimo si son vistos en su totalidad. Muchas veces la obra de Benjamin se hace difícil de entender, debido a las divagaciones que hace, muy parecidas a los pensamientos de la Señora Bloom en ese capítulo de la novela.
Para terminar, su extraña muerte sólo añade más a la leyenda. Escapando de los nazis, ya tenía la invitación de otros miembros de la Escuela de Frankfurt para establecerse en los Estados Unidos, pero no puede embarcarse en Marsella y tiene que viajar por tierra a España, con intención de llegar hasta la neutral Portugal. Pero es arrestado en Portbou, por salir clandestinamente de la Francia ocupada, y tiene una orden de deportación para el día siguiente, un 27 de septiembre de 1940. Ahí viene lo raro: sus compañeros de viaje aseguran que tomo varias decenas de cápsulas de morfina para suicidarse, pero las autoridades franquistas lo llaman muerte natural y lo entierran en un cementerio católico, bajo otro nombre. El manuscrito que llevaba consigo –algunos aseguran que era la versión final del Proyecto de las Arcas- desaparece y las teorías de conspiración brotan por todos lados. Que fueron agentes nazis o agentes de Stalin. Un documental, ¿Quién mató a Walter Benjamin? fue realizado el 2005 y analiza las últimas horas de la vida del filósofo. Prometo conseguir prontamente una copia y comentar la película con todos ustedes.
Finalmente, cuando estaba escribiendo esto, me paré en seco y me puse a pensar. ¿Qué hubiera dicho Benjamin sobre el Internet, los blogs, la televisión? ¿Qué razonamiento hubiera sacado si hubiera conocido las teorías estructuralista y generativista? Esto nunca lo vamos a saber, pero lo único que puedo decir ahora, abrumado y cansado, es que su obra tiene una vigencia única, incluso hasta el fin de nuestros días.

1 comentario:

MIK dijo...

Pues la verdad yo sabía poco de este filosofo. Muchas gracias por el gran compendio de este personaje ;)