La agonía del contenido.
Últimamente, he tenido cierta agonía con llenar este blog. En parte debido a mi afición vocacional por la literatura y la producción tanto de poesía como de narrativa, lo cual me alejó de las esferas blogueras por varios días, incluso semanas. La otra debido a la brecha, y tener que acceder a Internet mediante terceros. Pero dentro de toda esta desgracia, cosas positivas han pasado. La primera es que ahora hago mis post en un procesador de textos, lo cual ayuda en parte a minimizar mi dislexia al nivel de unos cuantos errores ortográficos. Lo segundo es que me permite focalizar más mis post. Lo tercero es que soy más efectivo usando el tiempo disponible en la Web. Si bien es incómodo usar un disquete para transportar los datos desde la computadora de producción a los distintos puntos que uso para subir, no algo digamos, terrible. Cuesta sí, llenar los links, poner las fotos, además que es una tentación ver otros blogs y otras páginas.
Si bien el post anterior fue bastante argumentativo y aguerrido, este es más que una mirada al ombligo, es una mirada al corazón. Porque me importa lo que hago con él, total, es uno de los espacios que uso para comunicarme con los demás. Si pongo comentarios, chistes (ya viene más), poemas, o reflexiones sobre la vida diaria, lo hago con la mejor intención del mundo, sin ofender a nadie. Al final si la gente entra es por algo. Son nuestros espacios. Blogeamos, ya sea una vez por semana, o una vez al mes. Asì somos.
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